Tras escuchar una conversación entre mi madre y una de sus amigas, en la que le contaba que mi padre tiene un pollón descomunal, me empeñé por comprobarlo en mis propias carnes. Y es que me da igual que seamos familia, soy una zorra y necesito rabos bien grandes cuando quiero sexo. Así que una tarde le seduje con mi cuerpazo y mi ropa interior, hasta terminar follando juntos y gozando de ese pedazo de rabo que tiene entre las piernas y que acabé lefándome la cara.