La tarde parecía que iba a ser aburrida, hasta que mi padre y yo nos pusimos a “juguetear”. Pronto disfruté de sus caricias, pero al final la cosa pasó a mayores y no pude resistirme a quitarme la camiseta. Cuando él vio mis tetitas acabó empalmado y como no, tuve que aprovechar el momento para zamparme su rabo. Nos dejamos llevar y por un rato nos olvidamos de que éramos padre e hija, para follar duro juntos y disfrutar del sexo.